
Una historia sobre raíces, de uno que guarda la infancia enraizada en su memoria.
La tía Maruchi y el pequeño Juan llevaban tiempo presionándome para que publicara de una vez algo en el blog , que no valían las mamarrucias de tres al cuarto con la que siempre me excusaba , que no valía ni el plantón de Calíope y ni el pretexto del plumín deteriorado de mi vieja Sheaffer. La historia de Marcos que tiempo atrás les había esbozado podía ser un buen comienzo.
Conocí a Marcos tiempo ha , con mis apenas metro treinta y cinco libras y media de peso como carta de presentación , le veía segando con la potente Bertolini con ojos de admiración , especialmente cuando desafiaba el marcado desnivel de las Barreras con el fin de asegurar el corte de la última hebra de heno ante los ojos de mi , aparente , adusto y severo abuelo. Conocía cualquier recodo de la finca, las regueras , sus gavias, como la palma de su mano , se había criado allí junto con el resto de sus numerosos hermanos.
El tiempo fue testigo mudo de sus renuncias aquí y allá , su objetivo era progresar, poder demostrar , posiblemente más a él mismo que a los demás, que era capaz de hacer algo más en la vida que aquello que ésta podría ofrecerle en una época de incertidumbre y horizontes difíciles. De todo esto fui testigo desde una cercana lejanía, de su progreso , de su buen hacer, de las buenas huellas que dejaba como rastro.
El tiempo y en parte la casualidad hicieron que nuestros caminos se cruzasen , quería volver al lugar donde se crió y yo ,de alguna manera, buscaba alguien que cuidara con mimo del lugar de mi infancia.
Volvió con María, su amor de La Lagunilla, » Ay amor , amor primero » , al sitio donde creció, a celebrar todos los días un catorce de febrero, a disfrutar de la felicidad que da la sencillez, a contemplar desde su butaca el cuadro diario y cambiante que es el perfil de la sierra .
Hablamos de ábregos y solanos , de cuándo cultivar según sea la luna , me enseña a conocer los pájaros por el vuelo, me explica que a las plantas hay que entenderlas, planeamos la excursión a Peña Caballera y a los Pozos del Hielo. Las raíces recuperaron colores olvidados, horizontes ocultos y sonidos de antaño, » lameruzos» , » pelúa» , » mollineo», » jilindrajos » son cuenta de ello.
El plato de hoy hará las delicias de vuestros comensales , en mi casa es de los más apreciados , está tomado con alguna pequeña variación de Robín Food, uno de los programas de cocina más divertidos que he visto. También he de reconocer mi pasión por las asteráceas , siendo frecuentes en mi mesa durante su temporada.
Nivel de dificultad : cero pelotero, limpiar las alcachofas con un buen cuchillo es el mayor reto.
Ingredientes para cuatro personas:
- 12 – 14 Alcachofas.
- 1-2 puerros.
- 2 dientes de ajo.
- Tacos de jamón picados en pequeños trozos
- Sal, aceite y pimienta
Elaboración:

- Pelo las alcachofas , deshojando las mismas hasta llegar un punto en el que la hoja se separa sin dificultad , es el punto en el que tu madre te mira con ojos de sorpresa.
- Limpio el tallo de la parte mas verde.
- Corto las punta de las alcachofas tal como veis en la imagen.
- Las pongo a cocer durante 15 minutos a fuego medio.
- Una vez cocidas las coloco en un escurridor echando hielo para cortar su cocción. Reservo parte del agua .
- Pico el puerro y el ajo.
- Una vez escurridas las alcachofas , las parto por la mitad , reservado dos de ellas.
- En un vaso de batidora pongo las dos alcachofas reservadas con 50 cc de aceite y u cazo pequeño de agua. Bato hasta conseguir una salsa algo gruesa, no líquida.
- Pongo a pochar el puerro y el ajo , cuando esté casi a punto añado los tacos de jamón hasta que se dore.
- Añado entonces la salsa anterior , ligándola durante un par de minutos.
- Dispongo las alcachofas cortadas por la mitad.
- Tapo la cacerola y dejo hervir todo durante 5 minutos a fuego lento.
- Sirvo y a disfrutar con una buena hogaza de pan cerca.

Glosario:
Lameruzo: Goloso.
Pelúa: Helada.
Jilindrajos: Cosa menuda.
Mollinear : Lluvia suave.