Relato tomado de » Cuadernos de viaje de una familia de tres».
La excusa fue el trabajo sobre el románico que tenía que hacer la criatura para realizar un viaje que teníamos en mente desde tiempo ha, visitar Asturias, tierra por la que uno reconoce debilidad, en época invernal , fuera de las muchedumbres veraniegas. La leyenda del beso de Favila hizo posible esta andanza.
Asturias nos recibió con la mágica y clara luz que sólo el sol invernal posee , contemplamos el macizo de Ubiña con su majestuosa Peña Rueda, desde el mirador del Fitu pudimos ver la belleza de la Sierra del Sueve y de fondo los impresionantes Picos de Europa en todo su esplendor . Nuestro destino era el monasterio benedicitino de San Pedro de Villanueva , hoy Parador Nacional de Cangas de Onís, un lujo al alcance de todos. Allí brilla con luz propia la Iglesia, traqueado jaqués como muestra de su vinculación compostelana , planta basilical de tres naves , forma de cruz, portada con arco de medio punto con la leyenda del beso de Favila representada en los capiteles de la misma, desde la despedida de su amada Froiluba hasta su muerte en la lucha con el oso ,amén de su ascenso celestial. Su ubicación junto a un tejo , árbol con mágicas connotaciones para culturas primitivas, así como las pecaminosas ménsulas que hay en el exterior de las naves no hacen sino aumentar su belleza.
Cenando unas excelsas croquetinas al cabrales en La Sifonería, sitio más que recomendable , Tinín , al tiempo que escanciaba la sidra desde una altura cercana a la troposfera, nos comentaba que estos eran los días buenos para poder ver el Cuelebre, que el Río Dobra ,en la olla de San Vicente, era un lugar perfecto para avistarlo y que no nos preocupásemos, que el Busgosu nos protegería. Fuimos, no lo encontramos, pero el recorrido por la ribera del dicho río , su puente medieval y la referida poza quedará en nuestro recuerdo.
La vuelta a casa, despacio y sin prisas , nos llevo por lugares como el desfiladero de La Hermida, por pueblos como San Juan de Beleño o Abriego, en pleno Parque Nacional de Ponga con la Peña Taranes vigilando, el nevado Pontón y el pantano de Riaño fueron el punto final de un viaje para recordar.
El plato de hoy es un pequeño homenaje a esta región que todos los años nos acoge y mima así como a un buen amigo asturiano, de nombre imperial, que nos enseñó a querer a su tierra. La receta la tomé de un libro de cocina vasca, la firmaba nada más y nada menos que José María Arzak, ingredientes fáciles de obtener y resultado espectacular. Un poco de paciencia y os sacarán a hombros cuando lo degusten.
Tiempo de elaboración : 2 horas aproximadamente
Nivel de dificultad : medio , pelín laborioso.
Ingredientes:
- Un cabracho o tiñosu de un kilo
- Ocho huevos
- Salsa de tomate , aproximadamente 250 gramos.
- Leche evaporada, aproximadamente 250 ml. La misma cantidad de nata es otra opción válida ( engorda más).
- Una cebolla , un puerro y un diente de ajo
- Sal y pimienta.
Elaboración:
- Pongo a pochar las verduras , añadiendo entonces el pescado troceado. Se pone a hervir el tiempo necesario para poder retirar la carne de las espinas, unos 10 minutos aproximadamente. Desmenuzo y reservo. Con las espinas y cabeza se hace un caldo de la mejor calidad .
- Mientras hierve el pescado , bato los huevos añadiendo la salsa de tomate y la leche evaporada.
- Añado la carne del pescado y se pasa por la batidora hasta comprobar que hay una mezcla homogénea.
- Preparo un molde untándolo con mantequilla y pan rallado para que me facilite el desmolde posterior.
- Añado la mezcla y lo introduzco al baño maría en el horno a 180º durante una hora aproximadamente , comprobando con un cuchillo alargado si está cuajado en ese tiempo.
- Saco del horno y dejo templar para desmoldar.Dejo enfriar.
- Se filetea y presenta acompañado de salsa rosa.